viernes, 23 de octubre de 2009

PROGRAMACIÓN POR COMPETENCIAS


Esta graciosa imagen de cómic es el resultado de un debate real entre los profesionales.
"¡Qué lioso es esto de las competencias!" dicen algunos. "¡Un nuevo cambio más entre tantas modificaciones del currículo!" afirman otros... "¡Nos van a volver locos! concluye un tercero. Y así transcurren conversaciones entre profes y disertaciones forzosas en reuniones de claustro. La inspección educativa, figura "inquisidora", convoca las reuniones para formarnos en competencias, y ante el tribunal comparecen unos y otros poco a poco, acongojadillos, como con desgana. Será un juicio justo a fin de cuentas, y no irá nadie a la hoguera, si es posible. Y acontece la reunión, como todo en la vida entre los ánimos dispuestos de unos y los ánimos obtusos de otros, salvando brechas entre profesionales de las aulas y profesionales de una institución, con sus distintas concepciones pedagógicas constituídas sobre distintas realidades.
El tema no es nuevo, se ha dicho. Y es verdad, ya lo expuso Jacques Delors en "La Educación encierra un tesoro".Lo hemos recuperado del baúl de los tesoros de la pedagogía -pues es un recurso valioso, creo yo- para darle una proyección efectiva dentro de la escuela y de las aulas. Con ese objetivo en mente, se ha institucionalizado, se ha reconvertido en instrumento de la programación y en objeto -y objetivo- de enseñanza y aprendizaje.
Si todos convenimos en que no es un tema nuevo, sino más bien familiar, y en que se trata de un recurso en general útil, ¿por qué entonces tanto revuelo por tener que implantarlo en las aulas?
¿Es por el trabajo gratuito y por el esfuerzo no reconocido que supone modificar la programación?Esta es la queja que sostienen muchos. Aquí cabría matizar que todo el trabajo que realizamos sobre el currículo a fin de hacerlo más completo, y de aportarle una orientacion hacia la utilidad, no es trabajo en vano, porque redunda en un buen funcionamiento del proceso de enseñanza-aprendizaje. Claro que, muchos "cabreos" también tienen su parte de razón cuando esgrimen el argumento de que estamos sujetos a cambios contínuos en el currículo, y en los decretos que estipulan a qué debe ajustarse nuestra programación de aula. Pero ya sabíamos a lo que veníamos, como suele decirse; que la Administración propone...y que el profe, por fuerza, tiene que disponer.
Trabajar por competencias es encaminarse a conseguir en nuestros alumnos habilidades prácticas; hasta ahí todos de acuerdo. Sin embargo, nos asalta la duda que ya se han planteado muchos docentes: ¿Qué pasa si esas metas se quedan en la programación? ¿Qué sucede si programamos de esta manera, pero a efectos reales, no vemos su resultado en la práctica? Y es una duda recurrente, que refleja las inseguridades de muchos.
Y algunos van más allá, y dicen que siempre habrá una escisión, un "espacio vacío" entre el currículo y la práctica docente, que corresponde allí donde el currículo, en su uniformidad, no puede abarcar. Osea, a la complejidad y a la intringulis de cada aula. Pero no olvidemos que el currículo ya lo deja claro cuando pone la responsabilidad relativa a abordar la diversidad directamente en las manos del profesor, de cada profesor. Y hace bien, porque no podría ser de otra manera. Nadie conoce un aula mejor que su profesor/a.
El núcleo del problema surge de la falta de comprensión: si no comprendemos cómo enfocarlo hacia la práctica, o a través de qué estrategias fomentar el desarrollo de destrezas y competencias, no estaremos trabajándolas en realidad. No es fácil, por lo que dicen, conjugar el currículo y la práctica docente en materia de competencias. "Es trabajo de chinos",he oído por ahí. A ver si entre todos/as, año tras año, vamos desentrañando el misterio y resolviendo el puzzle, porque todo apunta a que, con suerte, las competencias han venido para quedarse.

La pregunta del millón ya no es si nos amoldaremos, sino cuánto tardaremos en amoldarnos.
Debe ser una cuestión de tiempo, pero al mismo tiempo debe ser cuanto antes.
Ainhoa.R.

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