sábado, 24 de octubre de 2009

CRISIS DE VALORES


Ya lo dice Forges en su tira cómica. ¿Qué está pasando con los valores éticos?
Nos lo hemos planteado muchas veces, cuando observamos de cerca a las nuevas generaciones. Las generaciones cambian como es natural, puesto que las sociedades cambian y la cultura se diversifica, pero eso no debe ser motivo suficiente para que los valores humanos se diluyan.
Todos nos asomamos a diario a las conversaciones de los niños de todas las edades y algo sacamos en claro: han crecido muy deprisa. Los temas de conversación, el vocabulario, las formas y actitudes han cambiado; hoy podemos oír a niños de diez u once años hablar sobre videojuegos violentos, películas para adultos, cochazos o chicas, en una jerga propia de chicos más mayores, y con unas formas un tanto agresivas. He visto chiquillos de esta edad dando codazos para entrar al autobús y empujando a todo quisqui incluidos ancianos sin disculparse. He visto cómo se tratan de "cabrón" con tan sólo diez añitos y entre amigos, y cómo niños de 5º y 6º de primaria marginan al compañero de turno y lo amenazan medio en broma medio en serio en el autobús. Todo el día haciendo de chico malo. Y podríamos escandalizarnos, y de hecho lo hacemos, observando actitudes de niños aún más pequeños.
Llegados a este punto, forzosamente debemos hacer una reflexión: ¿Qué está fallando en nuestra sociedad? O mejor aún, considerando que los niños imitan invariablemente las formas y actitudes presentes en su entorno: ¿Qué clase de modelo está dejando huella en los niños? y ¿por qué crecen a tal velocidad?
Es evidente que el modelo que tienen se nutre de todo lo que les rodea, y más en especial de aquellas cosas susceptibles de impactarles en su vida cotidiana. La realidad que rodea a los niños es la realidad de la sociedad moderna: sociedad de la información, del mercantilismo, de la globalización tecnológica y mercantil. Viven rodeados de mil aparatos que acaban percibiendo como útiles imprescindibles para vivir. Jubilan asiduamente ropa,juguetes, juegos y videoconsolas y piden -o exigen- el último modelo o la marca más fashion. Gran parte de los adultos atienden estas demandas incontroladas, y todos los adultos sin excepción atendemos gran parte de ellas, porque, aunque en el mejor de los casos le enseñemos a valorar lo que tiene, corre el riesgo de sentirse inferior a sus amigos-as que tienen equis juguete, consola o ropa y que lo van pregonando. Conforme avanzan en edad, la cosa se complica, y la dependencia de los objetos materiales -de todo tipo- va en aumento. Ya entrados en la pubertad -que por cierto, cada vez es antes-, muchos padres intentan poner freno a la mentalidad y a las demandas materialistas de sus hijos, pero para entonces ya es tarde.
Nuestra sociedad es esta, y su influjo hará invariablemente mella en nuestros niños/as. No podemos cambiar los hábitos de consumo a gran escala, los mismos que influyen en los niños/as desvirtuando los auténticos valores. Difícilmente podemos abarcar a concienciar a toda la sociedad en materia de ética. No podemos obligar por el momento a los medios de comunicación a poner mesura a la publicidad que aliena a nuestros niños, porque se amparan en las reglas del libre mercado. No podemos mantener a los niños totalmente alejados de la influencia de imágenes de contenido violento, puesto que están presentes a su alrededor -y especialmente en los medios de comunicación de masas- casi a cualquier hora del día.
Pero podemos ejercer de modelo de valores para los niños y niñas. Podemos trabajar con los niños/as en materia de valores, y debemos empezar a hacerlo de inmediato, rigurosa e insistentemente; en casa, en el aula; todos los días, y a la menor ocasión que se nos presente. Debe abordarse, y urgentemente, el valor del consumo sostenible.
El trabajo con los niños para que valoren lo que de verdad tiene valor, por encima de las cosas que poseen, debe empezar desde la edad infantil. Es la única manera de formar personas con un criterio personal y con unos valores definidos, entre ellos el consumo sostenible. De esta forma, tendrán metas claras y definidas más allá del hedonismo,del consumo creciente, y del egoísmo; un horizonte donde construírse en base a unas firmes convicciones en materia de valores humanos y éticos.
Ainhoa. R.

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